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21 de septiembre de 2011

¡Viva la nada!

Algunas heridas se demoran en sanar y siguen supurando. De la misma manera, llevo años sin poder olvidar algo que dijo, hace ocho años ya, el entonces director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, en un entrevista:
Las telenovelas han hecho grandes aportes a la homogeneización del idioma español al utilizar un lenguaje comprensible para todos los televidentes, ha afirmado el director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha.
"Las telenovelas han contribuido mucho a neutralizar, a homogeneizar el español porque utiliza un lenguaje perfectamente inteligible por parte de todos los televidentes", explicó.
Sin embargo, en una telenovela mexicana, un joven puede decir con toda naturalidad que va a tomar un "camión" para buscar a una "chava", algo que en boca de un argentino, por ejemplo, sería que va a tomar un "colectivo" para buscar a una "chica".
García de la Concha matizó que si bien existen diferencias, todos pueden entender una telenovela porque el significado de los distintos términos "se deduce fácilmente del contexto". (El Mundo, 27/10/2003)
Recuerdo que, en su momento, estas observaciones ya me chocaron. Obviamente, de la Concha vivía en un ambiente en el que 1) se veían pocas telenovelas y 2) era política y culturalmente correcto ver el lado positivo de un fenómeno que, se vea desde el ángulo que se vea, es de lo peor que ha ideado la humanidad (y de ella, en particular, las productoras de contenidos de televisión).
A ver. Las telenovelas no han contribuido a ninguna homogeneización del español, como podrá comprobar cualquiera que no vaya con los oídos tapados por la calle. La gente sigue hablando como antes y, como mucho, entiende algunos términos que no suele utilizar. Una simple cuestión de léxico y uso en distintas situaciones. A mí me pasa lo mismo: oigo muchas cosas que no digo. Menos mal. Da igual que sean expresiones de otro país o de algún barrio de Bogotá que, en muchos aspectos, está más lejos que Guadalajara o Rosario.

Pero lo más grave, a mi juicio, es la defensa implícita de la telenovela que hizo García de la Concha. He leído también, no recuerdo dónde, que las telenovelas son utilizadas en clase como modelo de lenguaje y que animan a algunas personas a estudiar español. Lo que se olvida es que las telenovelas son, se mire como se mire, una gran mentira. Y no estoy hablando solo del contenido "ideológico"; al fin y al cabo, cada uno es libre de pensar lo que quiera y si a alguien le agrada que se presenten y defiendan el clasismo, el machismo, la vacuidad y unas cuantas lacras sociales más, pues, allá él y ella. No, estoy hablando de cosas que nos deberían ocupar y preocupar como profesores de español. ¿Han visto, por ejemplo, de qué manera los personajes suelen callar cuando se les pregunta o dice algo supuestamente chocante? ¿Con esa mirada entre alelada y vacía que deben mantener hasta que el director grita: ¡Corten! ¡Dios! Si hace ya más de veinticinco años que mis queridas maestras y colegas Neus Sans y Lourdes Miquel insistían en introducir las reglas básicas de la pragmática de las que una es precisamente la que dice todo lo contrario de lo que hacen en las novelas.
Vean una novela (aquí no dicen telenovela, dicen: "Voy a ver la novela", dando además por supuesto que uno sabe cuál porque también lo ve) y pregúntense si la gente se mueve en la realidad como lo hacen en las novelas o si mantiene, al hablar, la misma distancia que en las novelas.
Bien mirado, en las telenovelas nada es como lo es en la realidad. Las novelas son, en esencia, ni siquiera una mentira. No son nada, excepto un peligro para estudiantes de E/LE.

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