En un artículo en El
País de 9 de
noviembre titulado Marca Cervantes y cuya
lectura recomiendo antes de seguir leyendo aquí, el escritor Antonio Muñoz
Molina se lamenta de la reducción presupuestaria del Instituto Cervantes y
rompe lanzas por un “proyecto
verdadero, amplio, sofisticado, generoso, que tenga en cuenta toda la variedad
y toda la riqueza de ese ámbito que es casi el único en el que somos
internacionalmente competitivos, nuestros idiomas y nuestras culturas” y prevé “la ruina segura de todo lo que se ha ido
ganando”.
Hasta aquí, todo perfecto. ¿Quién, con
excepción de Cristóbal Montoro, podría estar en contra de un proyecto
semejante y quién, en estos inclementes tiempos, no teme la ruina propia y
ajena, sobre todo si es español, una persona, según AMM, con ese
"instinto infalible para buscar la demolición de las cosas buenas"? Sin
embargo, al leer y releer el artículo, me invadió una sensación un poco
extraña. Pensé: sí, claro, más dinero lo queremos todos, pero ¿con qué
argumentos? Y empecé a dudar de la visión que
tiene AMM de la enseñanza de la lengua y la cultura. Lógicamente,
la frase que más me llamó la atención, habiendo sido profesor de ELE durante cuatro
décadas, fue
la siguiente:
En un mundo tan propenso a la chapuza y el fraude como la enseñanza de idiomas, la calidad de la que imparte el Cervantes es un modelo de excelencia.
No tengo motivo alguno para dudar de la calidad didáctica de
los cursos del IC y es indudable que sus publicaciones y actividades son de
gran importancia, pero ¿en qué se podría estar basando AMM para hacer una afirmación tan temeraria?
¿Debemos suponer que en los escasos dos años que pasó en el
Cervantes de Nueva York fue capaz de hacer una radiografía tan nítida de la
enseñanza de idiomas? ¿Tenemos que entender que está hablando
de la enseñanza de idiomas en general en el mundo, o solo en España, o solo del
español como lengua extranjera en España o solo en el extranjero? Seguramente
habrá chapuza y fraude en la enseñanza de idiomas, de la misma manera que
la hay en el mundo de la banca, la política, el cultivo de lechugas orgánicas y,
¿por qué no?, la literatura. Cuando entro en una librería o cuando
miro las listas de éxitos de venta, puedo afirmar con rotundidad
que la mitad de los libros solo pueden caracterizarse como fraude y chapuza
(excluyo enfáticamente los de AMM), pero de ahí a decir algo así me parece
poco menos que un insulto sin fundamento (que también los hay
fundamentados, me consta).
Rechazo también la gratuita sugerencia de que el Cervantes,
al haber nacido en la época de euforia (lo de falsa está por ver,
yo no me pongo en plan revisionista), fuera un producto de ella. Al parecer,
AMM desconoce que la enseñanza del español arrancó en firme en los años ochenta
y que ya en esa época hubo un montón de debates y sugerencias acerca de la
necesidad de un instituto para difundir la lengua y la cultura (incluso hubo
una especie de precursor del Cervantes, el Servicio de Difusión de la
Lengua). Y los que vivíamos o éramos de fuera de España, también hicimos
cosas, no me parece vanidad afirmarlo.
Otra cosa que no entiendo es lo del nacimiento tardío. Claro,
los otros institutos tienen 60 o 70 o más años de historia, pero ¿qué es lo que
quiere AMM? ¿Que el Instituto Cervantes hubiera nacido en, digamos, 1962, para
que los extranjeros hubiéramos aprendido cómo se dice en español contubernio o para que Fraga hubiera
sido nombrado director? Bien mirado, el Cervantes no pudo nacer antes de la época de la
euforia: ni la situación política ni la económica ni la didáctica lo
hubieran permitido. Sin euforia, nadie se embarca en semejante proyecto.
Hay una cosa que realmente me indignó en el artículo de
AMM: es cuando habla de las prebendas de los diplomáticos,
como la vivienda gratuita. En una época en que miles de personas son desahuciadas,
¿nos viene a hablar de vivienda gratuita?
AMM pregunta también qué sentido tiene que exista el Cervantes sin
difusión cultural. Contestémosle claramente: la lengua se enseña junto con
la cultura. Puede ser que no regalemos rosas, pero tampoco organizaremos la
lectura en voz alta del Quijote, una actividad que me ha parecido siempre una
soberana estupidez, solo comparable con la celebración de un
botellón o Halloween: todo el mundo lo celebra pero nadie sabe por qué.
Finalmente, con el firme propósito de terminar esta entrada de manera
positiva, aporto una solución sencilla para el problema del presupuesto del
Cervantes. Le faltan veinte millones. ¿En cuántos países se habla español? Pues
bien, si cada país aporta un millón, el problema está solucionado. En estas
naciones, el dinero sobra. Por ejemplo: no lo sabrá mucha gente fuera de Colombia, pero el concejo
de Bogotá planea comprar carros para cada uno de sus 45 concejales. Costo: unos
dos millones y medio de euros. Con la mitad, una sola ciudad de un solo país puede
contribuir a aliviar los problemas financieros del Cervantes.
Y de paso, le hacemos un favor a Rajoy que, el otro día en Cádiz, pidió
más Iberoamérica en España. Pues hala, ya está arreglado.
Es muy posible que esta visión sesgada le venga a AMM precisamente de su estancia en EE.UU. Tuve la oportunidad de enseñar español allí durante medio año y mi impresión queda descrita precisamente por la palabra "chapucera".
ResponderEliminarNo hablo de los profesores individualmente sino de cómo se concibe la enseñanza de español allí y cómo la llevan acabo las escuelas de idiomas y las editoriales. Algo paradójico en un país tan avanzado en la didáctica de su propia lengua.
Aunque la visión de AMM sea reduccionista, y en general esté de acuerdo con tu artículo, sí que es verdad que el Cervantes lleva unos estándares de calidad a países donde no hay mucha tradición en la enseñanza de idiomas extranjeros. Y eso al final actúa en beneficio de la enseñanza de ELE en general.
Agradezco la mención a quienes antes de la creación del IC ya nos dedicábamos a esto y con mayor humildad... Empecé a dar clases en Grecia en 1981 con grandes carencias de material y preparando a los alumnos para el Diploma de Estudios Hispánicos de la UIMP y quiero pensar que todos pusimos nuestro granito de arena...
ResponderEliminarIgualmente me llamó la atención que el Sr. Molina hablase de viviendas gratuitas para los profesores de plantilla (¿o era solo para los directores y jefes de estudios?)... Ni trabajo ni he trabajado nunca en un IC pero pienso que lo que deberían tratar de mejorar son las desiguales condiciones laborales de muchos profesores que colaboran con la institución.
Un cordial saludo,
Leonor Quintana