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28 de agosto de 2014

Un artículo definido



Uno, que recientemente ha bajado de las alturas andinas y se ha establecido en la Costa Caribe, en lo que quizás alguna vez fuera la bahía más linda de América, no solo debe adaptarse (y lo hago con enorme gozo) a una temperatura diferente que impone un ritmo distinto de vida, sino también a un ambiente sonoro que difiere bastante del de la capital de la República. Deformado como estoy, profesionalmente hablando, a veces me gusta cerrar los ojos y aislarme semánticamente para así poder oír mejor los sonidos, lingüísticos o no, que se producen a mi alrededor. Si lo hago sentado en mi balcón, oigo, además de los pitidos de los mototaxistas buscando clientes en la avenida, a cualquier hora el cacareo de algún gallo despistado por la vida en un solar urbano, las voces de niños recreando en la calle el éxito de la selección de fútbol (“Sí fue gol de Yepes”) y las voces algo guturales pero también casi estridentes de los cantantes de vallenato, siempre presentes a través de la política de puertas abiertas que profesan las gentes de aquí en lo que se refiere a equipos de música.
En cambio, cuando estoy en la playa, oigo otras cosas y una de ellas me llama la atención. La situación económica de esta parte del mundo empuja a muchas personas a buscarse la vida mediante la venta ambulante. Las que se dedican a ella en la playa, intentando vender algo, lo hacen de una manera curiosa. Yo aprendí, en un curso sobre ser, estar y hay que seguí ya hace muchísimos años en la Universidad de Leyden, que con hay anunciamos la existencia de algo: Hay pan, y que lo usamos con un artículo indefinido o sin artículo, lo cual tampoco es la completa verdad, pero como regla didáctica no deja de tener su eficacia. (Por cierto,  en las tiendas colombianas se suele anunciar Sí hay pan, como si alguien lo hubiera negado anteriormente. Pero al grano.) Algunos vendedores ambulantes de la playa anuncian sus productos y servicios así:

  • Un señor con un menú en la mano, haciendo publicidad para un restaurante cercano: ¡Los almuerzos!
  • Una voluminosa afrocolombiana, equipada con un baldecito con agua y una sillita donde sentarse durante el tratamiento: ¡Los masajes, las trenzas!
  • Un muchacho con una colección de Ray-Ban chiviadas: ¡Las gafas! ¡Los lentes!
  • Unos muchachos empujando, no sin esfuerzo, un carrito convertido en barco pirata: ¡La piña colada! ¡El agua de coco!
  • Dos muchachos llevando una especie de lona con un montón de dibujos: ¡Los tatuajes temporales! (Los que se hacen sin agujas)

Tengo que añadir que no todos anuncian así su mercancía, otros siguen diciendo: aceite de coco, helados, … y hay un señor que va diciendo: Coca-Cola, gaseosas, cervezas, Águila…, haciendo así una curiosa distinción entre marcas y géneros.